lunes, octubre 30, 2006
posted by Javier at 3:17 p. m. | Permalink
Cuentacuentos
Desperté del sueño, producido por una manzana, gracias al beso de un hada que me insistió en que si no me crecía la nariz, podría atravesar la ventana y capturar a mi sombra para deslizarme después por los largos cabellos trenzados de la luna.
Tomaría el camino de baldosas amarillas y llegaría a la madriguera del tiempo con un picaporte parlanchín que me hablaría acerca de una vieja lámpara de aceite que contiene el nombre de un misterioso enano que habita junto a un gato que no anda descalzo y que pasea por entre las flores en las que nacen niñas que desean crecer para tener su propia calabaza y su zapato de cristal; regalo de algún lobo mentiroso que persigue a siete cabritillos; vecinos ellos de una ratita presumida y de una obstinada liebre que compite contra una sosegada tortuga por conseguir el alimento que una trabajadora hormiga ha amasado mientras una perezosa cigarra le recitaba poemas sobre una sirena con apariencia humana que gustó de conocer a tres cerditos amenazados por un cruel gigante al que un valiente sastrecillo dio una importante lección.
Sueño con poder regresar a Bremen al compás de la música de una flauta que hipnotiza a ratones de campo y de ciudad; Cruzar el imperio con un traje desnudo y alcanzar el camino de migas que me lleve hasta una casita de azúcar y chocolate con tres camas bajo las cuales un guisante se convierta en la escalera al reino de un ogro poseedor de una gallina sin igual y de un cántaro de leche repleto de deseos.
Pues con valor y temeridad, sin asustarme ni siquiera por un jarro de agua fría, regresaré-escoltado por un valeroso soldadito cojo-, al pueblo donde los cisnes son feos al nacer y las nueces son abiertas por las agallas del príncipe de
los juguetes.
Y cuando la rosa se empiece a marchitar, llamaré a los fantasmas del tiempo para que me vendan el último fósforo que me alumbre hasta que de un suspiro se apaguen las estrellas del firmamento.