Imaginaos ahora un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, la ropa, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podrá decidir sin remordiendo su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana.
“Si esto es un hombre”, Primo Levi
No he podido evitar transcribir este pequeño fragmento de la terrible experiencia que Primo Levi sufrió en uno de los campos de concentración de Auswitch durante el periodo Nazi que asoló Europa, y que después relató en este y otros dos libros.
Dejando a un lado la, sin duda magnífica, manera de relatar los acontecimientos que posee este hombre, me quería centrar principalmente en el mensaje de este pequeño tesoro enterrado entre la terrible ponzoña de la que nos hace participes el escritor.
Me maravilla descubrir la razón que tiene Primo Levi al escribir estas palabras; estamos tan apegados a miles de-como diría una joven sirenita-cachivaches inservibles desde el exterior y tan, tan valiosos para nosotros, que muchas veces no nos damos cuenta de ello.
Y no hablo del teléfono móvil que cualquier joven puede pasear de un lado a otro desde que despierta hasta que vuelve a acostarse, y que incluso entonces guarda bajo la almohada para no perder el contacto.
No. Os hablo de ese peluche roído que aún guardamos en el arcón tras nuestra cama y que nuestra madre nos pide una y mil veces que lo tiremos; os hablo de aquel garabato o dibujo que un ser querido nos hizo y que guardamos con celo en algún rinconcito secreto que sólo nosotros conocemos en nuestra habitación, de la carta de algún amor pasado o del juguete estropeado que nos rememora, sin él saberlo, tiempos ya lejanos…
Esas cosas a las que sólo nosotros, -¡Dichosos poseedores de la clave!- sabemos encontrar un significado intrínseco que les hace tan sumamente valiosos que si algún día nos faltasen-¡Dios quiera que no!-, una parte de nosotros se perdería con ellos, y entonces tendríamos que hacer uso de nuestra más absoluta perspicacia y diligencia para hacernos con un nuevo objeto al cual poder otorgar el significado del anterior, todo ello antes de que se nos olvide lo que suponía para nosotros lo perdido.
Tenemos el poder de entregarles valor.
De darles “vida” al fin y al cabo…
Y yo me pregunto entonces, ¿Cuánto controlamos nosotros a estos recuerdos materializados y cuánto nos controlan ellos a nosotros?, ¿Somos verdaderamente sus poseedores o, por el contrario, nos hemos convertido-sin darnos cuenta, desde luego-, en sus esclavos?
¿Podríamos vivir sin ellos?... No lo dudo, pero… ¿Igual que antes?
Y entonces empiezo a descubrir una verdad oculta; un secreto que no quiere ser desvelado y que puede contener el significado real que todos estos objetos encierran en su interior:
No es por los recuerdos que nos evocan, ni por los sentimientos que manan de ellos por lo que los cuidamos con tanto ahínco; el hecho de temer que, junto con ellos, también perdamos esa memoria de antaño nos hace ser unos feroces guardeses de su posesión.
Por eso los conservamos a veces en secreto.
Por eso no queremos que otras personas se fijen en ellos; porque tras el disfraz de peluche o pintura, se esconden las más valiosas cajas fuertes que han existido jamás.
At 10:41 p. m., Séfora
At 10:42 p. m., Arual
At 10:44 p. m.,
Quién no ha tenido nunca una guerra con su madre a causa de ese peluche lleno de mugre que tenemos, roto y mil veces remendado?
Yo por lo menos todos los días. Mi madre quiere librarse de todos los peluches de cuando era pequeña, pero uno nunca lo tocará... porque tiene mucho valor para mí. Al igual que todavía guardo las notas que me enviaba con mis amigos en cursos pasados, dibujos en una esquina... las dedicatorias de las agendas...
En fin, que tienes mucha razón al decir que esos pequeños detalles son parte de nosotros y que aunque sean la cosa más cichanbrosa siempre nos hacen sonreir al recordar buenos momentos.
¬¬ No deberías escribir tan bien, ¿lo sabías? XD
Besos!
At 10:49 p. m., Unknown
Mi madre a mi me dice lo mismo O.o y yo no le hago caso, más que nada porque son cosas que aun las sigo mirando y las echaría mucho de menos si no las tuviera, aunque bueno si que podría vivir sin ellas :P y como tu dices no sería lo mismo...
Es una entrada muy bonita, enserio me ha encantado escribes de fábula, sigue asi ^^
un abrazo.
At 10:50 p. m.,
Lo mejor es cuando abrimos esa caja que tenmos en el desván y vemos las cosas que hemos ido guardando y que, en principio, no eran más que cosas inútiles y sin importancia, pero que ahora las ves y te llenan de una nostalgia increible, mientras una sonrisa ilumina tu rostro.
Creo que debemos guardar todas aquellas cosas, aunque nuestra madre/padre diga que son cosas absurdas.
Una entrada increible, como todas las que haces, mi joven y amadisimo padawan.
Un besazo enorme^^
Lasse
At 11:12 p. m.,
At 9:31 p. m., ~ ѕнє
Me ha encantado la entrada t-t, porque según iba leyendo, iba sonriendo al acordarme de todo lo que guardo porque me trae recuerdos: la muñeca de trapo, el peluche de Pegaso, el dibujo de Peter Pan, la pulsera de Div, mis cosas de cuando era peque...
Ains ¡soy incapaz de regalarlas-tirarlas!.
Bueno, pues eso ^^, que la entrada es genial (cómo no xD) y que nada, que sabes que te aprecio un montón y que siempre estaré dispuesta a ser tu hermanita =P.
Gracias por todo, de veras.
Un besazoooooooo!
At 10:59 p. m.,
Es cierto, muchas veces guardamos cosas que no tienen utilidad ninguna. Pero es increíble lo importante que puede llegar a ser un objeto inútil en nuestras vidas. A mi me sorprende abrir un armario, encontrar algo que ni sabía que tenía... y sonreír al recordar que es un bolígrafo que me regaló una persona importante de mi pasado. No escribe, está roto... pero tiene un significado, es parte de mí. Creo que eso también es importante.
Tienes razón, mi madre me regaña porque no quiero tirar nada nunca. Y yo me enfado con ella cuando veo que me falta alguno de mis "tesoros". La solución que he encontrado ha sido esconder una caja que uso especialmente para eso que tú dices. Creo que tengo incluso un billete de metro de hace unos dos años, una pulsera (rota, pero en fin xD) y demás cachivaches, como tú y cierta sirenita los llamais, a los que sólo yo encuentro significado.
Besos!;-)