3 de diciembre de 2006.
Ya ha llegado. Otro año más me encuentro en estas fechas y sin embargo para mí no es igual. Tiene algo de diferente; un matiz que lo distingue tanto del resto de “treses de diciembre” que he vivido, que, sin lugar a duda, lo hace mucho más emotivo.
Un día como hoy, hace ya un año, conocí por vez primera a quienes han sido durante todo este año, y los muchos que nos quedan por delante, mis mejores amigos.
Mi Grupo con mayúsculas, con un nombre significativo que, si bien no voy a ponerme a relatar la historia de su procedencia, es, sin duda, único y original.
Debo reconocer que quizá insistí demasiado en que aquella quedada se produjese-¡Mirad, es el niño que sueña con quedadas!-.
Que debería haberme esperado a una que tendría lugar algunos días más adelante, pero-haciendo honor a la tremenda impaciencia que me ha caracterizado desde niño- propuse y casi obligué a la gente a quedar aquel tres de Diciembre.
No me arrepiento en absoluto…
A partir de entonces aquellas quedadas que se daban cada tantos meses empezaron a sucederse cada dos semanas, cada siete días, cada cinco… hasta llegar a vernos todos los días.
Junto a ellos, junto a vosotros, burbu, he crecido en muchos sentidos- ¡Oh, Peter, no!, ¡Aplaudid!, ¡Rápido!-. Estuvisteis a mi lado cuando tomé una de las decisiones más importantes de mi vida, y no fue otra que la de cambiarme de carrera, estuvisteis junto a mí durante mis rayadas mentales, durante mis más absurdas y descabelladas ideas… pero sobre todo, estuvisteis siempre en los mejores momentos que he vivido en la vida, en aquellos ratos que deseo no olvidar nunca, que rememoro una y mil veces. Cuando estoy sólo o cuando estoy lejos de vosotros… Nuestras tardes en el Starbucks, nuestros duelos de “adivina el personaje” a gritos, las interminables y divertidísimas charlas sobre mil y un temas que sólo nosotros entendíamos, que a oídos extraños resultarían incoherencias y que para nosotros eran parte del lenguaje natural, nuestra jerga… Siempre riendo, tomando muffins, tartas de queso y café a montones, acurrucados algunos en los comodísimos sillones, sentados otros en las, muchas veces, incómodas sillas de madera… Escuchando una y otra vez el hilo musical del establecimiento que se repetía sin cesar hasta que nos sabíamos qué canción vendría siguiente o la letra de la que estábamos escuchando y que tarareábamos inconscientemente…
Mi primera vez en el Ballet, mi primera fiesta en casa, las noches sin dormir hasta salir el sol, los baños de madrugada…
Nuestros largos paseos por Goya, arriba y abajo…Al corte inglés; las carreras entre las largas estanterías repletas de libros, repletas de historias que a muchos nos unieron, la búsqueda incansable de ejemplares que unos u otros buscábamos para leer, siempre recomendados por la sabia Voz común de la Burbu.
Las tardes en el cine son indescriptibles: ¿La película?, ¡Lo de menos sin duda!, dará igual si nos internarnos en un mundo nuevo, en una cena navideña familiar sin beso final, en un siglo pasado, en la resolución de un crimen con nombre de flor, en un castillo ambulante, en un barco pirata, en la oficina de un demonio bien vestido, o en la más mágica de las actuaciones de un ilusionista que haga que se nos pongan los pelos como escarpias.
Lo que de verdad importará es que vosotros estaréis allí para hacérmelo pasar genial. Y si la película es mala, ya nos pondremos a comentar la penosa actuación de los actores, a cantar la BSO de alguna otra película o a reírnos del comportamiento de los espectadores de nuestro alrededor (respiración profunda), todo eso, desde luego, en un nivel de voz más que natural…
¿Y qué me decís de nuestras tardes en la Casa del Libro?, un paraíso para nosotros donde perdernos para volver a reencontrarnos con montones de cosas que contar sobre lo descubierto…
Disfruto cada vez que os veo, cada vez que decidimos hora y lugar y nos encontramos horas después en algún sitio para hacer lo que sea, lo que nos venga en gana, pero siempre juntos. Siempre unidos.
No sé si he cambiado durante todo este año, pero de lo que estoy completamente seguro es que, en caso de que así haya sido, ha sido gracias a vosotros, y en muchos casos por y para vosotros… Desde luego siempre seré el más pequeño de los 6, el niño que no quiere crecer, quien propone las cosas más absurdas y quién más tonterías dice, pero también creo ser alguien que, muchas veces, os ha hecho reír o al menos eso ha intentado, y que, en algún que otro caso, habéis llegado a querer.
Me dejo por el camino mil recuerdos que me son imposibles de pasar al papel porque no existe pluma capaz de describir tan felices momentos… Pero aún así todos me entenderéis cuando os diga que sólo con haber aparecido en mi vida la habéis cambiado en el mejor de los sentidos. Si ahora mismo soy feliz, vosotros sois los responsables más directos de ello.
Gracias a todos, chicos…
Seguiremos juntos hasta que el último libro sea escrito, hasta que el caballero mate al dragón enamorado de la princesa, la bese para que despierte de su sueño eterno; hasta que ella reconozca su verdadero rostro bajo la máscara que cubre su faz, sean apresados quienes queman brujas en piras de mentiras, y un niño con la mente de un sabio alcance la gloria. Hasta que el crepúsculo cubra el beso de un vampiro; y un chiquillo, alegre y eterno, huya por una ventana mal cerrada hacia la más lejana de las estrellas…